20 febrero 2019

Enfermedad de Cushing en los perros

En diciembre de 2008, la Administración de Alimentos y Medicamentos (FDA, por sus siglas en inglés) aprobó el primer fármaco en más de 10 años para tratar la enfermedad de Cushing en los perros.

El hiperadrenocorticismo, comúnmente conocido como enfermedad de Cushing, es una afección que surge cuando el cuerpo produce una hormona llamada cortisol en abundancia. El cortisol lo producen y almacenan las adrenales o suprarrenales, dos pequeñas glándulas situadas en la parte superior de los riñones. Los perros, los gatos y los caballos, al igual que los seres humanos, pueden sufrir la enfermedad de Cushing; aunque es más común en los perros que en los gatos o los caballos. “El cortisol es uno de los esteroides naturales del cuerpo”, explica la veterinaria Ann Stohlman, V.M.D., del Centro de Medicina Veterinaria de la FDA, para añadir que una cantidad normal de cortisol es buena: “Ayuda al cuerpo a adaptarse en momentos de estrés”. 

El cortisol también ayuda a regular el peso adecuado del cuerpo, la estructura de los tejidos, las condiciones de la piel y otros indicadores de un buen estado de salud. Pero demasiado cortisol debilita el sistema inmunológico, dejando al cuerpo vulnerable a otras enfermedades e infecciones.

Dos tipos comunes
La mayoría de los casos de la enfermedad de Cushing canina ocurren de manera natural y son de tipo, ya sea hipófiso-dependiente, o suprarrenal-dependiente. Cerca del 80 a 85 por ciento de los casos de Cushing son hipófiso-dependientes, lo que significa que la enfermedad se ve desatada por un tumor en la hipófisis o pituitaria, una glándula del tamaño de un chícharo ubicada en la base del cerebro.

La hipófisis fabrica varias hormonas, entre ellas la adrenocorticotropa (ACTH). El tumor hipofisario causa una superproducción de ACTH, que viaja por el torrente sanguíneo hasta las glándulas suprarrenales, estimulándolas a producir más cortisol del que el cuerpo necesita.
En el otro 15 a 20 por ciento de los perros con Cushing, un tumor en una de las glándulas suprarrenales, o en ambas, produce el exceso de cortisol. El tipo de Cushing puede determinar la clase de tratamiento a prescribir. Los veterinarios usan análisis de sangre para diagnosticar la enfermedad y diferenciar entre la originada en la hipófisis y la causada por las glándulas suprarrenales. También pueden usar un ultrasonido para ayudar a detectar algún tumor en una de las glándulas suprarrenales.

Síntomas
Por lo general, la enfermedad de Cushing afecta a los perros de mediana a mayor edad. La enfermedad avanza lentamente y los primeros síntomas no siempre se detectan. Éstos incluyen:

-Aumento de la sed
-Aumento en la micción
-Aumento del apetito
-Reducción de la actividad
-Jadeo excesivo
-Piel delgada o delicada
-Pérdida de pelo
-Infecciones de la piel recurrentes
-Crecimiento del abdomen, resultando en una apariencia “abotagada”


Tratamiento
La mayoría de los veterinarios tratan la enfermedad de Cushing de tipo tanto suprarrenal-dependiente como hipófiso-dependiente con medicamentos. La única forma de “curarla” es extirpando el tumor suprarrenal, cuando es suprarrenal-dependiente y no se ha extendido, señala Stohlman. Sin embargo, dada la complejidad y los riesgos de la cirugía, la mayoría de los casos son tratados con medicación. Las técnicas quirúrgicas para extirpar los tumores hipofisarios en los perros están bajo estudio, pero la cirugía no es una opción ampliamente disponible.



Aunque la enfermedad de Cushing por lo general es un padecimiento de por vida, normalmente puede manejarse con medicamentos. “Es importante que al perro lo vea un veterinario regularmente y lo someta a análisis de sangre”, advierte Stohlman. “Vigilar la sangre ayuda a determinar la dosis correcta, la cual quizás haya que ajustar de vez en cuando”.
En general, los análisis de sangre frecuentes son necesarios durante los primeros meses después de iniciado el tratamiento, y cada cuantos meses después de eso, dependiendo de cómo responda el perro al tratamiento y de su tolerancia a la medicación.

Las capsulas de Vetoryl (trilostano), el medicamento de aprobación más reciente para tratar la enfermedad de Cushing canina, también es el primero en aprobarse para tratar el Cushing tanto hipófiso-dependiente como suprarrenal-dependiente en los perros. Este medicamento de venta por prescripción médica funciona frenando la producción de cortisol en las glándulas suprarrenales. En los estudios sobre el fármaco, los efectos secundarios más comunes fueron vómito, falta de energía, diarrea y pérdida de peso. 

El Vetoryl no debe administrarse a un perro que:
-Padezca insuficiencia renal o una enfermedad hepática
-Tome ciertos medicamentos para el tratamiento de afecciones cardiacas
-Esté en estado de preñez

La seguridad y eficacia del Vetoryl quedó demostrada en varios estudios. El éxito se midió mediante mejoras tanto en los resultados de los análisis de sangre como en los síntomas (niveles de apetito y actividad normales, y una disminución del jadeo, la sed y la micción).
Sólo otro fármaco, el Anipryl (selegilina), está aprobado por la FDA para tratar la enfermedad de Cushing en los perros, pero sólo la de tipo hipófiso-dependiente y sin complicaciones. 

Los veterinarios con frecuencia han usado “alternativamente” un medicamento usado para la quimioterapia en seres humanos, el Lysodren (mitotano), para tratar la enfermedad de Cushing en los perros. El Lysodren destruye las capas de la glándula suprarrenal que producen cortisol. Esto exige una vigilancia cuidadosa y puede tener graves efectos secundarios. 

“Alternativo” o “fuera de lo indicado” significa que los veterinarios pueden recetar medicamentos para seres humanos a animales, de manera legal, para usos diferentes de los indicados en la etiqueta, o para otras especies o en dosis diferentes de las en ella especificadas. Pero, como los perros pueden reaccionar de manera impredecible a los medicamentos para seres humanos, advierte Stohlman, es bueno contar con tratamientos disponibles que se han estudiado en los perros, y aprobado específicamente para ellos.

“El tratamiento de la enfermedad de Cushing es un juego de equilibrio”, señala Stohlman. “Pero los perros que padecen la enfermedad pueden llevar una buena vida si los vigila de cerca un veterinario, y si el dueño es solícito en llevar al perro a sus análisis de sangre y administrándole la medicación tal y como se le indique”.

Fuente: FDA (Food & Drug administration)