Varias instituciones y organizaciones del
país y el exterior preparan ejemplares de todas las razas para las más
diversas funciones.
"Cada raza tiene una potencialidad, pero no todos los
animales reúnen las condiciones para un determinado trabajo", agrega
Alicia Dell'Arciprette, directora de la Asociación Argentina de Terapia
Asistida con Perros (Tacop Argentina). En este caso, los requisitos que
debe tener el animal para participar del tratamiento de un paciente son
la autonomía y el equilibrio. Y eso ya se percibe en un cachorro con
siete semanas de vida.
El inspector Rodrigo Conesa, jefe de la Escuela de Canes
de la Policía Metropolitana, sostiene que, para seguridad, "tiene que
ser un perro con carácter. Buscamos que se imponga. No ataca si el guía
no se lo ordena". Para eso, se lo adiestra en dos etapas. "Primero, lo
condicionamos con repeticiones para que cumpla una orden. Cuando lo
logramos, tenemos que desacondicionarlo para que cumpla la misma orden,
pero con una seña o una voz de mando", comenta Conesa, mientras el
oficial mayor Ramón Arregin dirige los ejercicios de Mora, Zuca y Golum
en el campo del Instituto Superior de Seguridad Pública, en el Bajo
Flores.
Allí, cada perro tiene su función. Golum es un boxer que
el año pasado halló 200 kg de cocaína escondidos en un automóvil durante
un allanamiento. Su trabajo lo comparte con un mestizo y una Malinois,
Sucaa, que los fines de semana hace tareas de prevención en plazas
porteñas con Dana e Indio, dos ovejeros alemanes, y Matías, un Rottweiler bastante curioso. Mora, una Labrador de pelo negro azabache,
está tan especializada como Arón, un Golden Retriever, en la búsqueda
de explosivos.
Paciencia, ganas y tiempo
Para el adiestramiento, según comenta Conesa, "hay que
tener paciencia, ganas y tiempo. El perro también tiene que tener ganas
de hacer los ejercicios y para eso tiene que estar descansado y bien
cuidado. Se lo entrena con lo que más le gusta jugar. Llega un momento
en que logra una asociación con un 100% de éxito".
Tanto en estos perros como en los que buscan especies
amenazadas, los que colaboran en el tratamiento de enfermedades, que
buscan drogas, explosivos o billetes, que rescatan personas o encuentran
cadáveres en derrumbes, avalanchas o aludes, la preparación empieza con
el juego.
Primero, conocen los olores con los que trabajarán: los
ácidos para producir las drogas, las tintas de los billetes, la pólvora
de los explosivos o los líquidos del cuerpo humano en descomposición. Si
se trata de la búsqueda de personas, se usan señuelos. Lo primero que
van a encontrar es su juguete, que, de a poco, se reemplaza con un
objeto o una persona. Luego, la preparación se perfecciona con
ejercicios durante horas y recorridos por sitios con entornos similares a
los del trabajo real.
"Un terranova localizó a los andinistas marplatenses
perdidos a 15 metros bajo nieve en el Cerro Cocinero, de Chubut
-recuerda Lombardi-. "Para entrenarlo se usan hoyos en la nieve o la
tierra en los que un voluntario se esconde con la pelota. Al principio,
el perro lo busca para encontrar su juguete. Con la práctica, lo único
que estará en el hoyo será la persona."
Un sistema de largo alcance
En todas estas tareas, el olfato canino es clave. Una vez
entrenado en reconocer determinados olores, les permite detectar un
cuerpo en descomposición a 300-400 metros, como los perros de Acecc, que
buscan cadáveres, o rastros biológicos de animales o plantas a 10
metros de distancia, como los de Working Dogs for Conservation (WDC),
una ONG que recorre el mundo. Sus canes pueden reconocer entre siete y
diez olores de material biológico, como excremento, orina, pelaje,
escamas, cortezas u hojas. Eso les permitió encontrar ejemplares del
leopardo de la nieve en Vietnam, el oso del Himalaya en China, la
serpiente marrón en Guam o el gato andino en nuestro país.
"En todos los trabajos de detección se usa el viento en
contra del perro para traerle el olor", explica Lombardi. Con semejante
sistema de reconocimiento, un perro podría detectar una cucharada de
azúcar en dos piletas olímpicas, según precisa la doctora Alexandra
Horowitz en su best seller "En la mente de un perro".
Allí, la directora del Laboratorio de Cognición Canina
del Barnard College de la Universidad de Columbia, Nueva York, explica
que un intercambio permanente entre el órgano vomeronasal y la nariz les
permite, a diferencia de los humanos, mantener "frescos" los olores.
"Esta habilidad es la que se aprovecha al entrenar a los perros de
rescate -precisa la autora- [...] Del mismo modo, los perros que
rastrean a un sospechoso están preparados para seguir el olor personal: nuestra producción natural, regular e involuntaria de ácido
butírico. Para ellos, esto es fácil y pueden extender esa habilidad a
otros ácidos grasos."
Las enfermedades, también
Ya se están entrenando perros para reconocer las
sustancias químicas en los olores que producen tejidos tumorales o
enfermos. En un ensayo con muestras de orina o aliento de pacientes con y
sin cáncer, los perros se equivocaron en 14 de 1272 intentos de
identificar cuáles tenían cáncer. "Los últimos estudios demuestran que
los perros entrenados pueden detectar cáncer de la piel, las mamas, la
vejiga y el pulmón", dice Horowitz. Y dos estudios reúnen relatos de
personas con epilepsia a las que sus perros les impidieron subir
escaleras, les lamieron las manos o empezaron a emitir sonidos de queja
antes de que sus dueños tuvieran un ataque.
En tanto, voluntarios como los de Tacop Argentina
trabajan con buenos resultados en personas con depresión, adicciones,
autismo, parálisis cerebral, síndrome de Down, fobias, cáncer, epilepsia
o bajo rehabilitación motriz, por ejemplo. "Un perro de asistencia no
es lo mismo que uno de terapia -explica Dell'Arciprette-. Al perro
terapéutico se le moldea el carácter y se usa la estimulación temprana. A
los tres meses de edad se lo puede empezar a entrenar."
Así, en un chico con parálisis cerebral que pueda
movilizarse, el perro le brindará asistencia, pero también sostén en la
deambulación. "Lo que los perros pueden darles a quienes lo necesitan
nos sorprende día a día", finaliza.
Fuente: Diario La Nación / Fabiola Czubaj