30 enero 2012

Trabajo para perros

El mejor amigo del hombre es insuperable para algunas tareas

Cada vez hay más "trabajo"para perros

Varias instituciones y organizaciones del país y el exterior preparan ejemplares de todas las razas para las más diversas funciones.






 
En eso coinciden los instructores consultados. "La motivación dependerá de la raza y del carácter. Los perros más aptos suelen ser los más activos, alegres y a los que les gusta jugar. Ese perfil facilita el entrenamiento", dice Juan Carlos Lombardi, de la Asociación Civil Escuela Canina de Catástrofe (Acecc). Con su perro Lupo, recorrió los escombros del edificio de la AMIA. Ahora, guía a Eletricco en la búsqueda de personas entre estructuras colapsadas.
 
"Cada raza tiene una potencialidad, pero no todos los animales reúnen las condiciones para un determinado trabajo", agrega Alicia Dell'Arciprette, directora de la Asociación Argentina de Terapia Asistida con Perros (Tacop Argentina). En este caso, los requisitos que debe tener el animal para participar del tratamiento de un paciente son la autonomía y el equilibrio. Y eso ya se percibe en un cachorro con siete semanas de vida.
El inspector Rodrigo Conesa, jefe de la Escuela de Canes de la Policía Metropolitana, sostiene que, para seguridad, "tiene que ser un perro con carácter. Buscamos que se imponga. No ataca si el guía no se lo ordena". Para eso, se lo adiestra en dos etapas. "Primero, lo condicionamos con repeticiones para que cumpla una orden. Cuando lo logramos, tenemos que desacondicionarlo para que cumpla la misma orden, pero con una seña o una voz de mando", comenta Conesa, mientras el oficial mayor Ramón Arregin dirige los ejercicios de Mora, Zuca y Golum en el campo del Instituto Superior de Seguridad Pública, en el Bajo Flores.
Allí, cada perro tiene su función. Golum es un boxer que el año pasado halló 200 kg de cocaína escondidos en un automóvil durante un allanamiento. Su trabajo lo comparte con un mestizo y una Malinoise, Sucaa, que los fines de semana hace tareas de prevención en plazas porteñas con Dana e Indio, dos ovejeros alemanes, y Matías, un Rottweiler bastante curioso. Mora, una Labrador de pelo negro azabache, está tan especializada como Arón, un Golden Retriever, en la búsqueda de explosivos.

 

Paciencia, ganas y tiempo

Para el adiestramiento, según comenta Conesa, "hay que tener paciencia, ganas y tiempo. El perro también tiene que tener ganas de hacer los ejercicios y para eso tiene que estar descansado y bien cuidado. Se lo entrena con lo que más le gusta jugar. Llega un momento en que logra una asociación con un 100% de éxito".
Tanto en estos perros como en los que buscan especies amenazadas, los que colaboran en el tratamiento de enfermedades, que buscan drogas, explosivos o billetes, que rescatan personas o encuentran cadáveres en derrumbes, avalanchas o aludes, la preparación empieza con el juego.
Primero, conocen los olores con los que trabajarán: los ácidos para producir las drogas, las tintas de los billetes, la pólvora de los explosivos o los líquidos del cuerpo humano en descomposición. Si se trata de la búsqueda de personas, se usan señuelos. Lo primero que van a encontrar es su juguete, que, de a poco, se reemplaza con un objeto o una persona. Luego, la preparación se perfecciona con ejercicios durante horas y recorridos por sitios con entornos similares a los del trabajo real.
"Un terranova localizó a los andinistas marplatenses perdidos a 15 metros bajo nieve en el Cerro Cocinero, de Chubut -recuerda Lombardi-. Para entrenarlo se usan hoyos en la nieve o la tierra en los que un voluntario se esconde con la pelota. Al principio, el perro lo busca para encontrar su juguete. Con la práctica, lo único que estará en el hoyo será la persona."

 

Un sistema de largo alcance

En todas estas tareas, el olfato canino es clave. Una vez entrenado en reconocer determinados olores, les permite detectar un cuerpo en descomposición a 300-400 metros, como los perros de Acecc, que buscan cadáveres, o rastros biológicos de animales o plantas a 10 metros de distancia, como los de Working Dogs for Conservation (WDC), una ONG que recorre el mundo. Sus canes pueden reconocer entre siete y diez olores de material biológico, como excremento, orina, pelaje, escamas, cortezas u hojas. Eso les permitió encontrar ejemplares del leopardo de la nieve en Vietnam, el oso del Himalaya en China, la serpiente marrón en Guam o el gato andino en nuestro país.
 
"En todos los trabajos de detección se usa el viento en contra del perro para traerle el olor", explica Lombardi. Con semejante sistema de reconocimiento, un perro podría detectar una cucharada de azúcar en dos piletas olímpicas, según precisa la doctora Alexandra Horowitz en su best seller "En la mente de un perro".
Allí, la directora del Laboratorio de Cognición Canina del Barnard College de la Universidad de Columbia, Nueva York, explica que un intercambio permanente entre el órgano vomeronasal y la nariz les permite, a diferencia de los humanos, mantener "frescos" los olores. "Esta habilidad es la que se aprovecha al entrenar a los perros de rescate -precisa la autora- [...] Del mismo modo, los perros que rastrean a un sospechoso están preparados para seguir el olor personal:  nuestra producción natural, regular e involuntaria de ácido butírico. Para ellos, esto es fácil y pueden extender esa habilidad a otros ácidos grasos."

 

Las enfermedades, también

Ya se están entrenando perros para reconocer las sustancias químicas en los olores que producen tejidos tumorales o enfermos. En un ensayo con muestras de orina o aliento de pacientes con y sin cáncer, los perros se equivocaron en 14 de 1272 intentos de identificar cuáles tenían cáncer. "Los últimos estudios demuestran que los perros entrenados pueden detectar cáncer de la piel, las mamas, la vejiga y el pulmón", dice Horowitz. Y dos estudios reúnen relatos de personas con epilepsia a las que sus perros les impidieron subir escaleras, les lamieron las manos o empezaron a emitir sonidos de queja antes de que sus dueños tuvieran un ataque.
En tanto, voluntarios como los de Tacop Argentina trabajan con buenos resultados en personas con depresión, adicciones, autismo, parálisis cerebral, síndrome de Down, fobias, cáncer, epilepsia o bajo rehabilitación motriz, por ejemplo. "Un perro de asistencia no es lo mismo que uno de terapia -explica Dell'Arciprette-. Al perro terapéutico se le moldea el carácter y se usa la estimulación temprana. A los tres meses de edad se lo puede empezar a entrenar."
Así, en un chico con parálisis cerebral que pueda movilizarse, el perro le brindará asistencia, pero también sostén en la deambulación. "Lo que los perros pueden darles a quienes lo necesitan nos sorprende día a día", finaliza.


Fuente: Diario La Nación / Fabiola Czubaj