26 septiembre 2014

Los perros en la Roma antigua




En la antigua Roma eran aficionados a la caza e igual que los griegos usaban perros para que los ayudaran en esa labor. Además los usaban para el pastoreo, pero hasta el siglo I no se diferenciaban razas.  

Varron (Marcus Terentius Varro) comenta en De rerum rusticarum, que había que educar de manera distinta a los perros destinados a la caza, que a los perros que iban a ser usados como perros pastores, pues un perro educado como cazador podría herir al ganado o bien desatender sus labores para salir detrás de alguna liebre u otra presa que se cruzara.

Los "perros de familia" tenían un antepasado común con los molosos mesopotámicos, eran robustos, grandes, con orejas cortas y erguidas, patas felinas y unos fuertes colmillos. Hay múltiples representaciones de estos perros acompañados de la frase Cave Canem (cuidado con el perro) en mosaicos . A estos perros no se los trataba precisamente bien, aunque se los cuidaba y alimentaba, pasaban su vida atados a cortas cadenas para potenciar su agresividad.





Los perros también fueron empleados con fines religiosos. Un ejemplo era en las Lupercalias (o Lupercales), su nombre deriva de lupus (lobo) e hircus (macho cabrío), los sacerdotes sacrificaban un Skylax  (cachorro de perro) y un macho cabrío. Luego tocaban en la frente con un cuchillo manchado con la sangre del sacrificio, a todos los que buscaban la purificación. Por ello llamaron a este rito Perískylacismo o purificación por medio del perro.


También eran utilizados en la guerra (Polieno los llamaba perros soldados) y en los espectáculos de gladiadores (Canis Pugnancis). En la guerra usaban a los perros para atacar, defender y además como mensajeros. Los perros de ataque iban con collares que llevaban pinchos y era el mismo que usaban en los espectáculos circenses. Quizás los descendientes más directos de estos perros son el Mastín Napolitano, el Cane Corso y los perros de presa españoles, como el Presa Canario.

Los "perros mensajeros" tenían un destino trágico ya que les hacían ingerir un tubo de cobre que en su interior escondía un mensaje, cuando el can llegaba a su destino lo destripaban para recuperar el mensaje.

En la conquista de las Galias por Julio César (siglo I a.C.), sus legiones fueron acompañadas por el que se solía emplear en los circos romanos; se trataba del moloso “Canis Pugnacis” un perro de combate dotado de una impresionante musculatura y una férrea mandíbula de acero que una vez cerrada no desprendía la presa.  Este imponente animal era también fiel compañero de los gladiadores.

Respecto a los nombres de los perros, Plinio recomienda nombres cortos y el gaditano Columela en su obra "De re rustica", que tengan dos sílabas, así como nombres referentes a sus características: Asbolo (hollín), Tigris (tigre), Ferox (feroz), Lupa (loba), Leuco (blanco), Pirra (pelirroja), Cerva (cierva), Celer (rápido), Lakon (espartano).


“A Helena, hija adoptiva, alma incomparable y digna”. Lápida de la perrita Helena, Museo Getty.

La plebe, generalmente con escasos recursos económicos, no se podía permitir este tipo de animales guardianes, así que en su lugar tenían gansos (ocas). Su carácter territorial junto a su fuerte graznido hacían de él un excelente y económico guardián, además de proporcionar huevos para sus dueños.

Por extraño que nos pueda parecer, fueron unos gansos los protagonistas de un heroico acto de defensa en Roma. Según la leyenda, los graznidos que emitieron estos animales cuando la ciudad fue atacada de noche por los galos en el siglo IV a.C, alertó a los soldados romanos, evitando que ésta cayera en manos del enemigo.

Los perros domésticos no siempre fueron molossus guardianes, también existieron pequeños perros que simplemente sirvieron como mascotas entre las clases acomodadas de Roma, los canis catelli. Para este menester era suficiente con ser dóciles y fieles, y los más populares fueron los canis melitae[2], un pequeño perro faldero de pelo blanco y largo, similar al Maltés, aunque de mayor tamaño. Los canis catelli tenían el único cometido de ser animales de compañía siendo un entretenimiento para los niños, una calefacción para las frías noches, un antipulgas y antimoscas para sus propietarios y un símbolo de estatus social. Esta clase de perro llegó a ser una compañía muy querida. La descripción que el poeta romano Marco Valerio Marcial hace de la perra de su amigo Publio, Issa, lo refleja con claridad. Dice Marcial:

“Issa es más pura que un beso de paloma, más cariñosa que todas las muchachas, más preciosa que las perlas de la India… Para que su última hora no se la llevara del todo, Publio reprodujo su imagen en un cuadro en el que verás una Issa tan parecida que ni siquiera la misma Issa se parecía tanto a sí misma”.

Las legiones también iban acompañadas de gatos en sus largas travesías entre contienda y contienda, con la finalidad de evitar las plagas de ratas y ratones en los campamentos. Además los gatos eran símbolo de victoria.