11 julio 2012

Animales muertos en incendios

Valencia, ESPAÑA

Dra. Leonora Equivel Frías
Fundadora de AnimaNaturalis Internacional
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"¿Por qué en la televisión no hablan de los animales que han muerto en los incendios?", nos preguntábamos todos. Desde el pasado jueves, más de 20 municipios de la Comunitat Valenciana, en España, han sido azotados por el fuego. Se estima que se han quemado más de cincuenta mil hectáreas de monte natural. Lo que antes eran parajes llenos de vida, hoy parece un terreno lunar, sólo queda ceniza, humo y silencio. No se oye el canto de los pájaros, no queda nada.


Ante la absoluta ausencia de noticias sobre la cantidad de animales que podrían haber muerto (y que con seguridad ya habían muerto) en la zona, comenzamos a comunicarnos por teléfono y redes sociales, y las noticias eran abrumadoras. A quienes poseían animales de granja, no les habían dejado evacuarlos, bajo amenaza de denuncia. Ninguna noticia hubo sobre rescates de animales, y muchos ancianos tuvieron que ser evacuados de sus casas a la fuerza por los bomberos al negarse rotundamente a abandonar a sus animales, con quienes, hasta ahora, habían compartido sus solitarias vidas.
 
Armados de gasas, vendas, sueros  y todo tipo de material de auxilio, contando con la ayuda de activistas venidos de otras zonas de la geografía del Estado, e incluso veterinarios, nos desplazamos a una de las zonas afectadas, teniendo en conocimiento que dos granjas habían sido alcanzadas por el fuego. Funcionarios del Ayuntamiento se negaron a darnos la localización de dichas granjas, nos enviaron a varios pueblos diferentes con la promesa de ser útiles en otros en otra parte, pero nadie quiso nuestra ayuda, no eramos necesarios si no eramos brigadistas expertos. Tampoco fueron necesarios dichos brigadistas, no dejaron que nadie ayudara ni a los animales, ni a sofocar el fuego, o refrescar la zona una vez pasado el peligro.
En un último intento nos desplazamos hasta el cuartel del SEPRONA, cuerpo responsable de Fauna y Flora y les explicamos la situación: "queremos ayudar, estamos más que preparados, no nos asustamos, sabemos que han muerto miles de animales porque han prohibido liberarlos o evacuarlos, sabemos que hay animales quemados, ciegos, sordos, deshidratados, perdidos, muriendo en silencio... nuestras manos voluntarias están deseosas de brindar una segunda oportunidad a quienes no pueden valerse por sí mismos". Sin embargo, la respuesta fue contundente: la Guardia Civil nos prohibió terminantemente ir al monte a salvar vidas. No era porque hubiera peligro de quedar atrapados en el incendio (porque éste estaba sofocado) sino porque los animales del monte son 'propiedad privada'. Atenderlos o socorrerlos de cualquier manera es motivo suficiente para que podamos ser denunciados por robo de propiedad privada'. Y no se limitó a eso, también nos prohibieron ayudar a los animales de los ganaderos o vecinos del pueblo: en caso de que los atendamos de cualquier forma, podrían iniciar contra nosotros un procedimiento 'ex oficio' (sin intervención del propietario legal de dichos animales).

Intentamos negociar, les decimos que entendemos que en una situación normal no nos llevaríamos nunca un animal de su entorno natural (¡si lo que queremos es que vivan en libertad!), pero que siendo una situación tan extrema, donde el entorno ya no existe, y donde ningún animal ha sido evacuado o ayudado, es lógico pensar que no hay razón para estos procedimientos, era una situación completamente atípica. Pero no nos dieron opción alguna, sólo nos dijeron que si socorríamos a los animales seríamos denunciados.
 
Ante estas impactantes declaraciones, no tuvimos más remedio que dar la conversación por terminada. Hablando con gente de la zona, sabemos que se echaron al monte de todas formas, tratando de rescatar a quienes pudieran, y así lo hicimos nosotros: horas caminando bajo el sol por un monte yermo y desolado, donde el silencio era atronador, donde la ceniza te cubría las botas. Vagamos por la zona con el pulso acelerado y el corazón encogido, tratando de encontrar a alguien que necesitase ayuda para poder socorrerlo, pero deseando fuertemente no encontrarlo, porque eso sería una buena noticia. Nos sentimos mal por todo lo que miramos alrededor, por todo lo que se ha perdido.

Finalmente no localizamos vida el primer día. Al llegar a casa supimos que el otro grupo vio animales calcinados, y que un chico socorrió a una cabra, hidratándola durante dos horas, esperando a unos servicios de emergencias que, a pesar de haber sido alertados de la gravedad del asunto, nunca llegaron. La cabrita se le murió en los brazos, quemada y aterrada, sin que él pudiera hacer nada para remediarlo.

Somos muchas las personas que nos preocupamos y nos ocupamos de los animales, somos muchas las personas que quisimos echar una mano en el peor incendio que ha vivido nuestra tierra, la casa de los animales. Es difícil no sentirse profundamente afectado e impotente viendo como miles de animales han muerto calcinados sin que nadie haya decidido evacuarlos, sin que nadie oyera sus gritos.

Nos queda por delante un trabajo muy duro: todos los días salen grupos a peinar las zonas afectadas, y por suerte sí han localizado animales que habían podido huir de las llamas y estar a salvo. Otros han sido rescatados y ya están en santuarios y centros de recuperación de Fauna.  Seguiremos haciendo excursiones, cruzando ríos mojándonos las piernas cansadas de escalar por la piedra, seguiremos inhalando ceniza hasta toser, seguiremos con el pulso acelerado y el corazón encogido, porque nuestras manos son para ayudar, porque aún quedan vidas por salvar.
No me sorprendería si esta tierra hoy desierta, en unos años fuera edificada. Incendiar zonas protegidas es una treta común para que las constructoras consigan el permiso legalmente denegado. No se puede derribar un bosque,  pero sí construir sobre uno incendiado.
Los activistas por los derechos de los animales estamos cansados de que en este tipo de catástrofes se atiendan y contabilicen únicamente las vidas humanas. No era un asunto de salvar a unos y dejar morir a otros, era un asunto de intentar salvar a todos, o a los más posibles y había manos dispuestas a ello.
Si estos incendios en Valencia fueron provocados, los responsables deben ser sancionados, pero ¿quién será el responsable de las muertes de los cientos de animales que no permitieron evacuar o atender? Esas muertes pesarán para siempre en su conciencia, aunque para esa persona sólo fueran "propiedad privada".

Gracias a Natalia Rizzo, Subdirectora de AnimaNaturalis en España, por la narración y la acción.