19 agosto 2010

El collar

De: “Los animales hablan” -1930 - Cuentos (Alvaro Yunque)




Esto ocurrió en el Chaco, en medio de la selva, entre talas y ñandubays tan altos que se hablan con las nubes:

Los monos, libres vivían alegremente, comiendo las frutas de los árboles. Pero un día, un mono grande y fuerte, reuniéndolos, les habló así:

—Yo soy el jefe de todos. Desde hoy, cada uno de ustedes tiene que usar esto.

Y les puso un collar de cuero en el que estaba escrito su nombre. Los demás monos se pusieron el collar y volvieron a los árboles. Pero no faltó mucho para que otro mono los reuniera y les hablase así:

—Monos, si me reconocéis a mi por jefe, en lugar de un collar de cuero usareis uno de plata. Miradlos como brillan y qué pesados son.

Los monos tiraron los collares de cuero y se pusieron los de plata. Pero cuando quisieron volver a los árboles, el nuevo jefe les dijo:

—¿Dónde vais? ¿A los árboles? ¡No! Ahora tendréis que trabajar medio día. Es preciso pagar.

Y los monos ya no pudieron volver libremente a gozar la felicidad de vivir a su arbitrio entre los árboles, subiendo por ellos hasta sentir la caricia de las nubes.

Algunos protestaron. El nuevo jefe los molió a golpes. Así pasó un tiempo. Y ocurrió que presentóse otro con pretensiones de jefe. Exhibió nuevos collares, collares de oro, de brillantísimo oro.

Y los monos, tirando sus collares de plata se pusieron los de oro y proclamaron al nuevo jefe.

Trabajaron el medio día, pero cuando quisieron volver a los árboles, el nuevo jefe lo impidió:

—¡No! El collar de oro no es lo mismo que el de plata. ¡Cuesta el doble! ¡Y es preciso pagarlo! ¡Hay que trabajar todo el día!

Algunos rezongaron y el jefe de los collares de oro, igual que el de los collares de plata, los molió a golpes.

Pasó un tiempo más largo. Los monos ahora sólo subían a los árboles de noche, pero tan cansados, que no podían gozar la antigua felicidad de trepar por ellos, saltar de rama en rama, mecerse cogidos por la cola... Les faltaba alegría para hacer esto.

Una mañana un grito de triunfo los despertó. Bajaron, vieron un mono grande y fuerte, y a sus pies, estrangulado, al jefe, el dueño de los collares de oro.

Los monos comenzaron a gritar.

—¡Viva! ¡Viva el nuevo jefe! 

Pero éste protestó:

—¡Yo no soy jefe! Si he matado al jefe es para que no tengamos ninguno. ¿Qué necesidad tenemos de jefe? ¡Volvamos a los árboles, a la libertad! ¿Qué necesidad tenemos de trabajar para pagar collares? ¡No usemos collares! ¡A ver, todos, venid! ¡Sacaos los collares y vamos a tirarlos al río!

Los monos protestaron. No quisieron deshacerse de los collares. Los hallaban bellos. Y volvieron a los árboles, a la antigua libertad, a la felicidad de comer los frutos que los árboles ofrecían pródigos, pero sin quitarse los collares de oro.

Transcurrió muy poco tiempo. Y pronto un nuevo jefe, enorme y fuertísimo, se presentó, amenazante. Y los monos se le sometieron y retornaron al trabajo, a la fatiga, a la tristeza.

Porque es fácil someter a seres que hallan bello su collar de oro.